Buenas tardes a todos y gracias por
asistir a este acto tan importante para nosotros. Les informa la alumna Noelia
Martín Rodríguez. Por favor, silencien sus teléfonos móviles, disminuyan su
volumen de voz, finjan estar atentos y aplaudan al final aunque no les guste,
que está mi familia por ahí. Muchas gracias.
Hoy
es el mañana que tanto nos preocupaba ayer; hoy se cierra el telón, se apagan
las luces del espectáculo que nos ha tenido a nosotros como protagonistas, a
este instituto como escenario y a nuestra adolescencia como una historia única
e irrepetible.
Seis largos años pero fugaces al
recordarlos han pasado desde aquel día en el cual nosotros, “mochilas con
patas”, comenzamos la aventura en este instituto mientras mirábamos con una
mezcla entre temor y respeto a los alumnos mayores y a los profesores. Hoy
somos nosotros esos alumnos mayores, aquellos que entraron como niños que querían ser adultos, y salen como adultos que no quieren dejar de ser niños. Hemos pasado un tercio de nuestra vida aquí que ha dado para mucho: esfuerzos que terminaron en decepciones, momentos en los que la presión produjo malestar, tensión y discusiones. Pero también hemos tenido momentos de éxito, divertidos, de satisfacción y de felicidad, como el que estamos viviendo.
Se me hace muy extraño y difícil
expresar con palabras el sabor agridulce que me producen los sentimientos
encontrados hoy. Por un lado está la alegría de terminar esta etapa de nuestra
vida habiendo cumplido nuestros objetivos, sobre todo después de este curso, de
estos ocho meses de verdadero sacrificio en los cuales veíamos el momento
presente como inalcanzable y en los que si hubiésemos metido un euro en una
hucha cada vez que hemos escuchado “selectividad” o “PAU”, estoy segura de que
nos podríamos haber permitido unos cuantos lujos. Por otra parte, la tristeza
de dejar esto atrás, pues estas columnas, estos profesores y los bocatas de
Luciano han sido los que nos han visto crecer. Aquí hemos aprendido mucho más
de lo que puede encontrarse en un libro de texto y vamos a echar muchas cosas
de menos, porque aunque lo hayamos pasado mal por los exámenes o por la presión
que conlleva ser un estudiante de segundo de bachillerato, al final lo que
recordaremos más a menudo será aquello que en algún momento nos ha sacado una
sonrisa, sobre todo aquello que nos ha hecho comprender que el tesón y el
esfuerzo son ingredientes fundamentales para el éxito.
No os asustéis los que venís por
detrás, porque aunque nos hayáis visto tirándonos de los pelos por el estrés,
devorados por montañas de apuntes, histéricos y al borde de la locura, ahora
que esto se ha terminado os puedo asegurar que ha merecido la pena, creo. Al
final te acabas dando cuenta de que todo el esfuerzo realizado durante estos
años tiene su recompensa, espero, y que en el fondo no quieres abandonar este
lugar.
Debemos agradecer a los profesores,
tanto a los que hoy están aquí presentes como a los que nos acompañan desde el
recuerdo, la enseñanza que nos han impartido, la educación de la cual nos han
dotado, la inmensa cantidad de conocimientos que nos han transmitido y, por
encima de todo, que nos hayan ayudado a ser las personas que hoy somos, pues de
nada sirve ser muy inteligente y sacar notas increíbles si detrás de esos
conocimientos no existen unos sentimientos y un criterio moral. Un buen profesor siempre enseñará a sus alumnos que tienen que pensar, no qué tienen que pensar; olvidemos la tilde en este caso.
Gracias también a todos nuestros
familiares, que han tenido que aguantar nuestras decepciones, nuestras
alegrías, nuestros cambios de humor, nuestras lágrimas y un largo etcétera.
Gracias por todo vuestro trabajo, por todo vuestro esfuerzo realizado por
nosotros, por todos vuestros consejos que nos han acompañado a lo largo del
camino. Gracias por enseñarnos que rendirse no es nunca una opción, que siempre
queda algo por lo que luchar. Gracias por enseñarnos que si alguna vez caemos
debemos levantarnos y continuar.
Es cierto que el futuro que se presenta
antes nosotros es un tanto incierto, pero nuestro, ganado con esfuerzo y
dedicación y que nadie nos podrá arrebatar. Somos el resultado de una escuela
pública y de calidad y así debe seguir siendo. Nuestros abuelos y nuestros
padres lograron salir adelante tras vivir tiempos difíciles, así que nosotros
también podemos.
Víctor Hugo decía que el futuro tiene muchos nombres: para los débiles es lo inalcanzable, para los temerosos, lo desconocido y para los valientes es la oportunidad. Es nuestro turno de mirar al futuro con fuerza y valor para enfrentarnos a cualquier adversidad como siempre nos han enseñado a hacer. Muchísimas gracias.