martes, 15 de julio de 2014

Reflexiones del día a día

          Cada vez más, con las dificultades que en la actualidad nos está tocando sufrir, el dinero va cobrando mayor importancia, pues de él está dependiendo la vida de millones de personas. Bien es verdad que, recurriendo a la frase “el dinero no es lo más importante”, observamos que lo que dice es cierto, pues de poco sirve el dinero si no tienes cosas tan básicas como salud, amor tanto de familiares como de amigos, sabiduría para no derrocharlo y felicidad, aunque si en este caso mencionamos la conocida frase “el dinero no da la felicidad”, mi postura no es del todo de acuerdo con ella porque es cierto que no la da directamente, pero si tenemos un poco de conciencia del mundo que nos rodea, observaremos cómo la cantidad inmensa de familias que lo están pasando mal, con un poco más de dinero  serían más felices ya que podrían permitirse vivir bajo techo y comprar los alimentos necesarios para subsistir, eso sí, aplicando esta conexión de dinero y felicidad solo en este ámbito, pues, como menciona José Luis Pardo en "Mother & Child Reunion" dentro de “Nunca fue tan hermosa la basura”, el adolescente rechoncho que come patatas fritas tumbado en el sillón mientras ve la MTV, seguro que si tiene cualquier capricho sus padres se lo compran, contribuyendo a alimentar a esta sociedad capitalista que nos rodea en vez de hacer un reparto igualitario entre los que tienen y los que no, porque el trabajo actualmente no procura dignidad, ya que si así fuera, quienes más han trabajado tendrían mayor dignidad, al igual que pasa con el dinero, que esas personas que se pasan día y noche trabajando en el campo bajo la cálida luz del sol y terminando el día fatigados, pudiéndose permitir dormir muy pocas horas para volver a sus tareas, la mayoría de las veces no tienen ni para alimentar a su familia, mientras que hay jefes de empresas que desde sus cómodos sillones bajo el aire acondicionado de su despacho individual y comiendo delicatesen que les traen sus secretarias, cobran cantidades ingentes de dinero que se pueden permitir derrochar coleccionando lujosos yates, injusticia que por el simple hecho de pensarla ya me produce malestar, a mí y a toda persona con sentido común que se precie.

          Al escribir esto sobre todo me he acordado de aquellos días de mi infancia en los que mi abuelo se pasaba las horas contándome sus numerosas hazañas, la época de posguerra que vivió y las pocas facilidades que la vida le puso en el camino, no teniendo ni siquiera la suerte de acudir a la escuela y falleciendo sabiendo escribir y leer unas pocas palabras. Debido a esas dificultades, él se pasó la vida luchando, aceptando trabajos que hoy en día nos parecen impensables e incluso renunciando en malas épocas a cenar por dárselo a mi madre y a mi tía, ¿todo  eso para qué? Para que las sucesivas generaciones vivamos más acomodados de lo que deberíamos, no sabiendo apreciar el verdadero valor de las cosas e incluso convirtiéndonos en materialistas, sin apreciar el valor que tenemos en nuestras manos para cambiar el futuro, pero lo malo es que estamos dejando de lado el futuro para centrarnos en el presente gracias a la comodidad que nos dio el pasado.